Cipriano contra los vampiros raperos by César García Muñoz

Cipriano contra los vampiros raperos by César García Muñoz

autor:César García Muñoz
La lengua: spa
Format: epub
editor: Fernando Trujillo
publicado: 2013-09-23T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 7

—¡Vamos, hombre, dinos de una vez cuál es el quinto ingrediente!

—Necesitamos… un colmillo de dinosaurio macho —dijo Cipriano, totalmente hundido.

—Pero si los dinosaurios ya no existen. Hace mucho tiempo que desaparecieron de la Tierra. ¡Millones de años! —dijo Sofía.

—Podemos ir a un museo y coger prestado el diente de uno de esos bichos —propuso Irene.

—No funcionará. Aquí dice que el dinosaurio tiene que estar vivo —dijo el vampiro.

—Entonces no vamos a poder ayudar a los pobres que DJ Drácula ha convertido en zombpiros —dijo Sofía, apenada.

—En realidad existe una forma de conseguir el colmillo —dijo Cipriano—, pero es muy, pero que muy peligrosa. Peligrosísima.

—¿Pero cómo es posible? ¿Dónde vamos a encontrar un dinosaurio vivo?

—Tenemos que viajar hacia atrás en el tiempo, al pasado, usando la máquina del tiempo, uno de mis inventos —dijo Cipriano, sacando un objeto muy extraño de una caja. Era un viejo botijo con un reloj-despertador digital atado al pitorro con cinta aislante.

—¿Eso es una máquina del tiempo? Se parece al botijo que usaba mi abuelo en el pueblo para beber agua —dijo Irene.

—Se llama la botijo-máquina del tiempo. Es un botijo normal y corriente que he modificado para que nos permita viajar en el tiempo, a cualquier momento del pasado. —Cipriano cogió el botijo y lo llenó de agua fresca—. Veréis, si bebemos un traguito, viajaremos cien años hacia atrás. Si bebemos un buen trago viajaremos mil años hacia el pasado. Y si nos bebemos el botijo entero, viajaremos al Mesozoico, la era en la que vivieron los dinosaurios.

—¡El Mesozoico! Eso es muy peligroso —dijo Sofía.

—Pues si queremos hacer la poción antizombpiros no nos queda más remedio que irnos de safari a ver dinosaurios —dijo Irene.

En ese momento oyeron un estruendo enorme fuera, como si cien elefantes estuvieran haciendo break dance en el jardín. Los chicos cogieron la botijo-máquina del tiempo, subieron a la habitación más alta de la torre y salieron al balcón. La casa estaba totalmente rodeada por una multitud de zombpiros, verdes como pepinillos, que gritaban y gruñían enseñando los colmillos. DJ Drácula y sus amigotes se abrieron paso entre los zombpiros y llegaron hasta la puerta de la torre. Otto, el vampiro grandullón y calvo, venía atado a un montón de cadenas y con la cabeza gacha.

—¡Hola, primito! Tengo que felicitarte —dijo DJ Drácula, sonriente—. Tu crema de protección solar funciona perfectamente y además deja el cutis muy terso y sin poros abiertos.

—¡Déjate de rollos! Has convertido a medio pueblo en zombpiros.

—¿Solo a medio? No me subestimes, primito. He zombpirizado a casi todo el pueblo. Pronto, todo Madrid será mío y, en pocos días, todos los españoles serán zombpiros a mis órdenes. Crearemos un nuevo país, que se llamará Vampiespaña o Estados Vampíricos Unidos.

—¡Estás loco! —dijo Cipriano.

—¿Loco yo? ¡Qué va! Si hasta acabaré con el paro de un plumazo. Todos tendrán un buen empleo, el de zombpiro a tiempo completo, y trabajarán menos que el sastre de Tarzán —dijo DJ Drácula, con los ojos brillantes—. Únete a mí, primo. Dame el secreto de la crema y gobernaremos juntos el mundo.



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